viernes, 23 de enero de 2009

Absolutamente locos por la MTB

Que suene tu celular por un mensaje de texto de algunos de los integrantes de “La Manada” puede ser peligroso. Podés terminar andando en bicicleta por la Panamericana a la 1.30 de la noche y comiendo un asadito a cielo cubierto de estrellas en el medio del campo.

Y así fue. El inesperado mensaje de texto decía “Hoy 21hs. en el lugar de siempre subiremos a el puesto El Peral a comer una choriceada, lleven luces, agua y chorizos. Confirmen”.

Lo fundamental para este tipo de locuras es tener una bruja que te aguante todo y más si le decís a las 8 de la noche, -“che ya vengo, me voy a andar en bicicleta” entonces comienzan las preguntas –ahora?, de noche? Que van a comer que? Y como lo van a hacer? Que van el puesto de quién? Lo complicado es explicar a los gurises que la gente grande también se divierte, cada uno a su manera claro. Igual se les queda el orto lleno de preguntas.

Puntualmente a las 21 salió el primer grupo de “La Manada” con dirección a campo abierto. Con los últimos minutos de un cielo claro y despejado, me crucé al grupo avanzando por Panamericana. Desde la camioneta se divisaba una docena de lucesitas por la ruta. Verlo desde afuera fue realmente impactante. Confirmé con un grito si quedaba alguien en el punto de encuentro y tras la respuesta positiva. Pise el acelerador de la “petiza” y llegué justo a tiempo a unirme al segundo grupo.

Gente grande che !


La cara de la gente en la estación de servicio al ver a un pelotudo (grandote) a las 9 pm, con casco, lucecitas, atuendo de ciclista, Camel back y comprando gaytorade es la misma cara que le pongo yo a un hippie sucio de esos que hay en todas las plazas. Un rostro con un montón de preguntas en la boca y una sana envidia en los ojos. Pero la vida es corta y hay que disfrutarla a pesar de las miradas convencionales y si rompemos la rutina mucho mejor. (Últimamente con esta joda de la bicicleta, la rutina la estamos haciendo mierda).

Unos minutos más para esperar a los impuntuales como yo y salimos en busca de aventura. La tarde se hizo noche y otro pelotón de lets iluminaba la ruta en busca de la huella que nos alejara del ruido de Luján.


En 15 minutos estábamos traccionando por bancos de arena y puteando con las piedras sueltas. Las estrellas se iluminaron y aunque la noche era clara, solo veíamos medio metro delante de la rueda delantera. Un asenso complicado, las huellas con muchos socavones, grietas, piedras grandes sueltas que veías apenas segundos antes de morderlas con la rueda. Lo bueno: el silencio del piedemonte, el contorno de las montañas y el ruido de las mtb avanzando por la grava suelta. Lo molesto: “Pino” hablando desde que salimos hasta que llegamos, ah y los mosquitos, muchos mosquitos.

En un momento Pino, se quedó callado y frenó bruscamente –“una araña, una araña, guardaaaaaaaaa” Detuvimos la marcha y los lets apuntaron a la peluda (ver video). Desde ese momento hasta que llegué a casa estuve con la ilusión de que algo subía por mi pierna. Muyyyyy grande la hija de puta.



Fue la única parada que hicimos, de ahí al puesto le pegamos duro. De día uno va midiendo fuerzas y chequeando cuanto queda de camino. Pero de noche la trepada se hace más dura. Uno no sabe cuanto falta y la pedaleada se complica mucho. Un asenso empinado que agitaba el corazón y una subida pesada por los muchos bancos de arena. Lo gratificante era ver como nos alejábamos de la ciudad y nos metíamos en plena noche campestre. Luego de hora y media de pedaleada mas o menos, a lo lejos comenzamos ver algunas lucecitas moviéndose en el medio del campo y segundos después comenzamos a divisar el fogón que ya había preparado el primer pelotón de “La Manada”. Fue increíble ver el fuego a lo lejos y grupo de vagos junto a él, es como que no caes de que estás muy lejos, en el medio de la nada pasándola súper bien con un grupo de locos amigos.



Mis tiempos en casa solo me dieron para preparar un sándwich. Casi me cuelgo la bota de cuero con vino pero me dije noooo, me van a tomar por alcohólico. Pero cuando llegamos al fogón comenzaron a aparecer botellas de coca, fernet, los mentados chorizos, entrañitas,…en fin no quedé como alcohólico sino como el pelotudo del sándwich y el gaytorade.

Cuando uno hace este tipo de rutas con terrenos muy complicados, agrestes y muy empinados, la meta es ir ligero de peso. Un tornillo demás es un peso que se siente. Bueno acá parece que eso no importó ya que además de las entrañitas, chorizos y fernet con coca, comenzaron a aparecer pinches para la choriceada, mayonesa (mayonesa????), tenedores, cuchillos, botellas de gasoeosas, alguna que otra latita de cerveza, botellas con hielo,…en fin no se de que mochila sacaron tantas cosas. Sobre el final, la sorpresa, dos frascos (frascos???) de duraznos el almíbar.

Las luces de los cascos, cual minero laburando, permitían hacer los cortes a la entraña sobre una piedra caliente. La improvisada parrilla permitió reposar los trozos de carne y los pinches de jarilla (nadie se animó a sacar un rayo de la bici) hicieron lo propio con los chorizos. Luego de estar a 37 grados a merced de una tarde mendocina el frío de los cerros se sentía cómodo. El humo se levantaba sobre la noche y las luces de Luján y Godoy Cruz placenteramente distantes.

Tipo 12.45 encaramos la bajada no sin antes numerarnos. Diecisiete giles con diecisiete luces descendiendo por los cerros oscuros de la noche de Chacras. Verlos desde lejos era realmente imponente (o inexplicable). Más aún ir bajando a velocidad moderada, concentrados en la huella, con solo el ruido de las bicis y ver la city a lo lejos, daba escalofríos. El camino y la pedaleada no te permitían rascarte las pantorrillas por la 190 picadas de mosquitos (para la próxima, cambiamos el gaytorade por el off).

Guardando algunos metros de distancia con el de adelante por alguna eventual caída, el gusano de luces hacía una bajada que se hizo larga y ahí comprendimos el desafío de la subida. Solo hacíamos algunas paradas para reagrupar el pelotón y afortunadamente tuvimos una sola pinchadura, la de Franco que quiso hacerse el valiente y seguir corriendo con la bici junto a él. Puteadas y gastadas aparte, paramos, emparchamos y seguimos.

Una y media aproximadamente estábamos ya en Panamericana buscando el regreso placentero al punto de encuentro con fuerzas renovadas de encarar un viernes tedioso. Ya con las luces de la cuidad, su ruido y las puteadas de siempre de los autos. Otro encuentro inolvidable con “La Manada” que queda grabado en el blog.

domingo, 18 de enero de 2009

Sábado sangriento

Ruta: Cerros de La Guanaca
Altura Máxima: 1100 mts.
Características: Huella con bancos de arena y socabones
Biciars: Claudio, Cefe, Osvaldo y Guille
Recorrido: 28km aproximadamente

Final y puntualmente nos encontramos en la primer pedaleada del 2009. Si bien algunos todavía están de vacaciones, otros prefieren quedar bien con el suegro, lo importante es que el grupo está de nuevo en los cerros.



Hicimos un poco de searching e investigamos algunas rutas nuevas arriba del circuito de La Guanaca. El tiempo fue realmente espectacular, cálido y nublado todo el tiempo, unos cerros verdes lindísimos y rayos de sol que se colaban entre las nubes.

Las lluvias de días pasados provocaron muchos socabones, grietas y dejaron bancos de arena durante todo el trayecto por lo que se hizo pesado en la subida y peligroso en la bajada. Todos mordimos el polvo y afortundamente fueron solo raspones. La anécdota del día, la dió Cefe, luego de varios golpes que sufrimos todos, Claudio vió en lo lejos la caída de Cefe cuando llegó al lugar aminoró la marcha y no había ningún "accidente geográfico", piedras, socabones u obstáculo que hiciera caer a Cefe. Luego, al terminar haciendo un raconto en el café, nos enteramos que Cefe quiso hacer un "willy", no le salió y terminó de espaldas en el piso.

Las fotos están cargadas en la galería, ahí pueden ver el encuentro con dos bikers en la trepada y luego con un grupo de "La Manada" en el descenso.

Hay dos ideas tiradas como próximas rutas, la de Claudio con el asadito en la mochila y la Cefe a la Virgen de Lavalle.